NUESTRA PATRONA:
Le quitó el hueso sin sacarla del ataúd. No
fue fácil. El médico Hugo García necesitó de 40 minutos de forcejeo, de pinzas
especiales y de una ayudante voluntaria para extraerle el peroné derecho a una
mujer que murió en 1885.
Fue un trabajo impecable. García entregó el hueso opaco a una monja
bethlemita y se retiró a celebrarlo con un tinto. Solo entonces se dio cuenta de
que era anormal que un cadáver con 112 años de antigedad conservara tan fuertes
sus articulaciones.
Recordó también que el cuerpo no había emanado ningún olor putrefacto, volvió
a sentir esa piel como acartonada en sus manos y tuvo la sensación de que estaba
firmando un documento histórico cuando colocó su nombre en el acta que registra
la extracción del peroné a María Encarnación Rosal, beatificada por el papa Juan
Pablo II., el pasado 4 de mayo.
El hueso fue sacado hace dos meses, en el Colegio de las Bethlemitas, en
Pasto. Esa tarde, García aún no entendía su misión que le fue encomendada casi
en secreto. Tampoco conocía a fondo la historia de Rosal, símbolo de las
Bethlemitas, y mucho menos sabía que su cadáver llevaba un siglo escondido a los
ojos del mundo.
Le dijeron que el peroné iba a ser un regalo. Lo metieron en una caja de
plástico y lo enviaron al Vaticano, como requisito para la beatificación. La
idea es dividirlo en pedazos que serán entregados a las congregaciones
behtlemitas en 13 países.
Ahora, García no duda del valor de su trabajo. Pero este católico de
nacimiento evita que la emoción lo domine cuando cuenta que sus dedos palparon
algo fuera de lo común. Tampoco se atreve a encasillar el hecho en el terreno de
lo sagrado o en el ámbito de las explicaciones científicas. No puedo ser tan
simplista , dice.
Lo cierto es que esta experiencia le modificó sus rutinas. Al colegio de las
Behtlemitas le sucedió lo mismo. Un río de gente inunda los corredores de este
lugar, antes apacible, desde que el Vaticano autorizó exponer el cadáver a la
luz pública.
Llegan de todas partes. Los curiosos y feligreses hacen fila cada tarde para
ver a la monja que se quedó dormida. A veces siento que está a punto de
despertar , dice Erika Revelo, estudiante del colegio.
Frente a ella nadie teme a la muerte. Algunos lloran de alegría, otros se
arrodillan y los más lanzados dicen que se ve muy linda. La mayoría ignora que
su cara dormida fue fabricada a la medida, en fibra de vidrio, para proteger su
rostro momificado.
!No se dice momificado, se dice incorrupto , señala la hermana Soledad Chacón
y agrega que un artista de Medellín fue el encargado de elaborar durante dos
meses la mascarilla de la beata.
La serenidad de esta cara artificial, colocada sobre esa piel de corteza de
árbol, confunde hasta los más incrédulos. Pero esa no es la intención. Aún sin
la mascarilla, el rostro conserva las facciones. Sus párpados, su nariz y sus
labios no han sido corrompidos por el paso de los años. Eso es lo extraordinario
y por eso se habla de cuerpo incorrupto , dice.
El forense Alvaro Hernández, director local de Medicina Legal, coincide con
ella en que este caso es excepcional. Lo lógico es que en estos climas un cuerpo
quedé reducido a los huesos, sin nada de piel, dos meses después de su deceso ,
explica.
Le mascarilla es para que los niños no se asusten. Pero no le resta gracia,
incluso en su estado natural ella parece dormidita , dice Chacón mientras ubica
a los policías en los corredores y recomienda silencio a los visitantes junto a
la urna. No quiere algarabía. De pronto la despiertan.
Las tres llaves Tres personas guardaron tres llaves distintas durante un
siglo para evitar que la beata fuera observada sin autorización de la Iglesia.
Solo se sabe que una llave permanecía en manos del obispo de turno y que otra la
escondía una bethlemita. De la tercera no se sabe quién la tenía.
Los guardianes del secreto se reunían únicamente para abrir el ataúd de los
tres candados ante los enviados del Vaticano durante el largo proceso de
beatificación, dijo Carlos Santander, vicario de la Arquidiócesis de Pasto.
La historia de esta mujer entró a la ciudad a finales del siglo XIX. La líder
de las behtlemitas llegó a fundar una congregación tras ser desterrada de
Guatemala, su país natal, en donde su orden fue perseguida por la tendencia
política del momento.
Vivió ocho meses en Pasto y un día decidió atravesar los páramos para fundar
colegios en Ecuador.
Durante el viaje, su caballo se asustó con una sombrilla y lanzó a esta mujer
de 66 años contra el suelo. Diez días después murió por el golpe en Tulcán, en
el vecino país.
Nadie más volvió a saber de ella hasta 1895 cuando su cadáver empezó a
peregrinar por el mundo de los vivos.
Ese año un grupo de soldados allanó su tumba en busca de armas de los
enemigos del gobierno.
Los bravos militares irrumpieron a las patadas en la iglesia San Miguel y
salieron corriendo mudos de miedo al descubrir que el cuerpo de la mujer
permanecía intacto diez años después de su muerte.
Las bethlemitas la escondieron y la mandaron para Pasto a lomo de mula. Su
cadáver sobrevivió invicto a riscos de niebla y a abismos de lluvia antes de ser
colocado en la pared de un colegio de la orden.
Allí permaneció hasta que la demolición en una edificación cercana provocó el
desplome de la pared hace 15 años. El cuerpo solo perdió la punta de la nariz y
dos dientes debajo de tantas toneladas de escombros.
Por eso Chacón asegura que nada de este mundo podrá separarlas de su muerta.
Ni siquiera una petición de Guatemala, porque ha vivido más tiempo aquí que allá
, dice.
Se buscan milagros A la beata le faltan más de cinco centavos para alcanzar
la santidad. El Vaticano dijo que aún no ha completado una adecuada cuota de
milagros para ser elevada a esa categoría.
Por eso, día a día llegan personas que aseguran haber recibido una ayuda
divina. Las hermanas bethlemitas las atienden y les dicen que probar un milagro
es más difícil que presenciarlo. De todas maneras les agradecen su entusiasmo,
Hasta el momento, la Iglesia solo ha atribuido a la beata la curación de un
enfermo desahuciado que se encomendó a ella en 1975, en Popayán. Pero no es
suficiente.
Incluso, su estado de incorrupción no es causal de santidad, pues este hecho
se entiende como que ella quiso conservarse entre sus hijos , explica el vicario
Santander, que remplaza al obispo Julio Prado mientras regresa de su viaje a
Roma, en donde intenta lo divino y lo humano para que se reconozcan los milagros
de esta mujer.
Las behtlemitas saben que no es fácil porque hasta los asuntos de Dios
requieren de monedas terrenales. La orden financió, por ejemplo, los
desplazamientos de las personas que durante años y años vinieron de Roma para
avalar su beatificación, categoría que la diferencia de los demás mortales por
los sacrificios humanos en favor de Dios y el prójimo.
Mientras la búsqueda de la santificación continúa, los rostros convencidos de
los favores de la beata se multiplican en la entrada al colegio. Hasta Aldemar
Ruiz, un vendedor de helados, creyó tener su propio milagrito cuando estuvo a
punto de vender todas sus paletas, afuera del plantel, entre la romería de
gente.
Misterios del cuerpo Aunque no es normal encontrar cuerpos momificados al
natural, tampoco es un hecho nuevo a la luz de la ciencia. El fenómeno es
conocido por los especialistas como adiposira y se presenta cuando el cadáver
segrega sustancias que lo protegen de la descomposición.
Las reacciones bioquímicas que producen estas sustancias son aún
desconocidas. El hecho es que el cadáver segrega una especie de jabones
naturales que forman una película preservativa sobre los tejidos y la piel ,
dijo el médico forense, Alvaro Hernández.
La normal es que los hombres produzcan después de muertos sustancias
destructoras que agilizan la desaparición de la carne, pero no se descarta que
se presente un fenómeno contrario, señaló.
Son casos excepcionales que generan muchas hipótesis. Algunos piensan que la
causa está en las condiciones climáticas del sitio en donde permanece el
cadáver, en tanto que otros han creído encontrar la clave en los hábitos
alimenticios y en el consumo de algún tipo de vegetal. Pero nada está comprobado
, dijo.
Agregó que las momias de San Bernardo, en Cundinamarca, son un ejemplo de
estos misterios del cuerpo.
Misterios que también forman parte de la voluntad de Dios, pero que en el
caso de la beata no representan lo más relevante, pues su verdadero milagro fue
haber extendido por el mundo la orden de las bethlemitas. Eso le valió la
beatificación señaló el vicario Carlos Santander.
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