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viernes, 28 de septiembre de 2012

organización


                                                                                                                NUESTRA PATRONA:

Le quitó el hueso sin sacarla del ataúd. No fue fácil. El médico Hugo García necesitó de 40 minutos de forcejeo, de pinzas especiales y de una ayudante voluntaria para extraerle el peroné derecho a una mujer que murió en 1885.

Fue un trabajo impecable. García entregó el hueso opaco a una monja bethlemita y se retiró a celebrarlo con un tinto. Solo entonces se dio cuenta de que era anormal que un cadáver con 112 años de antigedad conservara tan fuertes sus articulaciones.
Recordó también que el cuerpo no había emanado ningún olor putrefacto, volvió a sentir esa piel como acartonada en sus manos y tuvo la sensación de que estaba firmando un documento histórico cuando colocó su nombre en el acta que registra la extracción del peroné a María Encarnación Rosal, beatificada por el papa Juan Pablo II., el pasado 4 de mayo.
El hueso fue sacado hace dos meses, en el Colegio de las Bethlemitas, en Pasto. Esa tarde, García aún no entendía su misión que le fue encomendada casi en secreto. Tampoco conocía a fondo la historia de Rosal, símbolo de las Bethlemitas, y mucho menos sabía que su cadáver llevaba un siglo escondido a los ojos del mundo.
Le dijeron que el peroné iba a ser un regalo. Lo metieron en una caja de plástico y lo enviaron al Vaticano, como requisito para la beatificación. La idea es dividirlo en pedazos que serán entregados a las congregaciones behtlemitas en 13 países.
Ahora, García no duda del valor de su trabajo. Pero este católico de nacimiento evita que la emoción lo domine cuando cuenta que sus dedos palparon algo fuera de lo común. Tampoco se atreve a encasillar el hecho en el terreno de lo sagrado o en el ámbito de las explicaciones científicas. No puedo ser tan simplista , dice.
Lo cierto es que esta experiencia le modificó sus rutinas. Al colegio de las Behtlemitas le sucedió lo mismo. Un río de gente inunda los corredores de este lugar, antes apacible, desde que el Vaticano autorizó exponer el cadáver a la luz pública.
Llegan de todas partes. Los curiosos y feligreses hacen fila cada tarde para ver a la monja que se quedó dormida. A veces siento que está a punto de despertar , dice Erika Revelo, estudiante del colegio.
Frente a ella nadie teme a la muerte. Algunos lloran de alegría, otros se arrodillan y los más lanzados dicen que se ve muy linda. La mayoría ignora que su cara dormida fue fabricada a la medida, en fibra de vidrio, para proteger su rostro momificado.
!No se dice momificado, se dice incorrupto , señala la hermana Soledad Chacón y agrega que un artista de Medellín fue el encargado de elaborar durante dos meses la mascarilla de la beata.
La serenidad de esta cara artificial, colocada sobre esa piel de corteza de árbol, confunde hasta los más incrédulos. Pero esa no es la intención. Aún sin la mascarilla, el rostro conserva las facciones. Sus párpados, su nariz y sus labios no han sido corrompidos por el paso de los años. Eso es lo extraordinario y por eso se habla de cuerpo incorrupto , dice.
El forense Alvaro Hernández, director local de Medicina Legal, coincide con ella en que este caso es excepcional. Lo lógico es que en estos climas un cuerpo quedé reducido a los huesos, sin nada de piel, dos meses después de su deceso , explica.
Le mascarilla es para que los niños no se asusten. Pero no le resta gracia, incluso en su estado natural ella parece dormidita , dice Chacón mientras ubica a los policías en los corredores y recomienda silencio a los visitantes junto a la urna. No quiere algarabía. De pronto la despiertan.
Las tres llaves Tres personas guardaron tres llaves distintas durante un siglo para evitar que la beata fuera observada sin autorización de la Iglesia. Solo se sabe que una llave permanecía en manos del obispo de turno y que otra la escondía una bethlemita. De la tercera no se sabe quién la tenía.
Los guardianes del secreto se reunían únicamente para abrir el ataúd de los tres candados ante los enviados del Vaticano durante el largo proceso de beatificación, dijo Carlos Santander, vicario de la Arquidiócesis de Pasto.
La historia de esta mujer entró a la ciudad a finales del siglo XIX. La líder de las behtlemitas llegó a fundar una congregación tras ser desterrada de Guatemala, su país natal, en donde su orden fue perseguida por la tendencia política del momento.
Vivió ocho meses en Pasto y un día decidió atravesar los páramos para fundar colegios en Ecuador.
Durante el viaje, su caballo se asustó con una sombrilla y lanzó a esta mujer de 66 años contra el suelo. Diez días después murió por el golpe en Tulcán, en el vecino país.
Nadie más volvió a saber de ella hasta 1895 cuando su cadáver empezó a peregrinar por el mundo de los vivos.
Ese año un grupo de soldados allanó su tumba en busca de armas de los enemigos del gobierno.
Los bravos militares irrumpieron a las patadas en la iglesia San Miguel y salieron corriendo mudos de miedo al descubrir que el cuerpo de la mujer permanecía intacto diez años después de su muerte.
Las bethlemitas la escondieron y la mandaron para Pasto a lomo de mula. Su cadáver sobrevivió invicto a riscos de niebla y a abismos de lluvia antes de ser colocado en la pared de un colegio de la orden.
Allí permaneció hasta que la demolición en una edificación cercana provocó el desplome de la pared hace 15 años. El cuerpo solo perdió la punta de la nariz y dos dientes debajo de tantas toneladas de escombros.
Por eso Chacón asegura que nada de este mundo podrá separarlas de su muerta. Ni siquiera una petición de Guatemala, porque ha vivido más tiempo aquí que allá , dice.
Se buscan milagros A la beata le faltan más de cinco centavos para alcanzar la santidad. El Vaticano dijo que aún no ha completado una adecuada cuota de milagros para ser elevada a esa categoría.
Por eso, día a día llegan personas que aseguran haber recibido una ayuda divina. Las hermanas bethlemitas las atienden y les dicen que probar un milagro es más difícil que presenciarlo. De todas maneras les agradecen su entusiasmo, Hasta el momento, la Iglesia solo ha atribuido a la beata la curación de un enfermo desahuciado que se encomendó a ella en 1975, en Popayán. Pero no es suficiente.
Incluso, su estado de incorrupción no es causal de santidad, pues este hecho se entiende como que ella quiso conservarse entre sus hijos , explica el vicario Santander, que remplaza al obispo Julio Prado mientras regresa de su viaje a Roma, en donde intenta lo divino y lo humano para que se reconozcan los milagros de esta mujer.
Las behtlemitas saben que no es fácil porque hasta los asuntos de Dios requieren de monedas terrenales. La orden financió, por ejemplo, los desplazamientos de las personas que durante años y años vinieron de Roma para avalar su beatificación, categoría que la diferencia de los demás mortales por los sacrificios humanos en favor de Dios y el prójimo.
Mientras la búsqueda de la santificación continúa, los rostros convencidos de los favores de la beata se multiplican en la entrada al colegio. Hasta Aldemar Ruiz, un vendedor de helados, creyó tener su propio milagrito cuando estuvo a punto de vender todas sus paletas, afuera del plantel, entre la romería de gente.
Misterios del cuerpo Aunque no es normal encontrar cuerpos momificados al natural, tampoco es un hecho nuevo a la luz de la ciencia. El fenómeno es conocido por los especialistas como adiposira y se presenta cuando el cadáver segrega sustancias que lo protegen de la descomposición.
Las reacciones bioquímicas que producen estas sustancias son aún desconocidas. El hecho es que el cadáver segrega una especie de jabones naturales que forman una película preservativa sobre los tejidos y la piel , dijo el médico forense, Alvaro Hernández.
La normal es que los hombres produzcan después de muertos sustancias destructoras que agilizan la desaparición de la carne, pero no se descarta que se presente un fenómeno contrario, señaló.
Son casos excepcionales que generan muchas hipótesis. Algunos piensan que la causa está en las condiciones climáticas del sitio en donde permanece el cadáver, en tanto que otros han creído encontrar la clave en los hábitos alimenticios y en el consumo de algún tipo de vegetal. Pero nada está comprobado , dijo.
Agregó que las momias de San Bernardo, en Cundinamarca, son un ejemplo de estos misterios del cuerpo.
Misterios que también forman parte de la voluntad de Dios, pero que en el caso de la beata no representan lo más relevante, pues su verdadero milagro fue haber extendido por el mundo la orden de las bethlemitas. Eso le valió la beatificación señaló el vicario Carlos Santander.

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